Capítulo 254
Por un momento, Sunny tuvo miedo de que hubieran estado caminando en círculos todo este tiempo y ahora volvieran exactamente al punto de partida. Pero entonces, se tranquilizó y notó que este río, aunque tan espeluznante como el que habían cruzado en una barca de madera, era bastante diferente.
No podía explicarlo exactamente, pero no se sentía igual. Además, no había ningún embarcadero con dos barcas atadas a pilares de piedra a la vista… o más bien, al sentido.
En su lugar, había un puente.
Sunny podía sentir su sombra cayendo sobre el agua fría, sólida y firme como la piedra con la que estaba construido. El puente se arqueaba sobre el río, adentrándose en la distancia.
No deseando pasar ni un minuto más en el terrible laberinto que ningún ser vivo podía ver si esperaba seguir con vida, Sunny guió a la cohorte hacia el puente.
Si Cassie estaba en lo cierto, estarían a salvo tras cruzar el segundo río. Sunny sin duda esperaba que fuera cierto, porque el largo viaje en el que había tenido que hacer de guía para cinco ciegos había sido poco menos que agotador.
Después de pasar siete… ¿o eran ya ocho?… meses en la Orilla Olvidada, Sunny había pensado que poseía una alta tolerancia al terror. Pero esta última prueba puso a prueba los límites de su resistencia mental.
Caminar por ese lugar oscuro sin poder ver…
Era un milagro que Cassie hubiera conseguido mantener la cordura.
Se tensó cuando entraron en el puente, esperando que algo terrible sucediera en el último momento. Pero el silencio no fue roto por nada, excepto por el sonido del agua corriendo, sus pasos y su laboriosa respiración.
La cohorte caminó por el puente, dejando atrás el oscuro laberinto. Pronto pudieron sentir que la niebla que los rodeaba se hacía más fina.
Y en algún momento, desapareció.
Cruzaron el río sin problemas y volvieron a tierra firme.
Al dar varios pasos más, Sunny se detuvo y finalmente se permitió temblar. Entonces, abrió la boca y dijo con voz ronca:
«¿Hemos terminado?»
Aunque Cassie no había dicho nada sobre la necesidad de permanecer callados, cada uno de ellos evitó inconscientemente hablar desde que entraron en la niebla. Por eso, el sonido de su propia voz sobresaltó un poco a Sunny.
Unos instantes después, Cassie respondió en tono vacilante:
«Yo… creo que sí».
Sin perder más tiempo, Sunny desató el paño que cubría sus ojos y les quitó la cera. Luego, los abrió con cuidado y miró a su alrededor.
Estaban parados en una orilla de piedra dentro de una vasta cueva, a través de la cual el río subterráneo fluía sin obstáculos. A cierta distancia de ellos, descendía la pared de la cueva, en la que se veía la boca de un amplio túnel.
A su lado, otros miembros de la cohorte retiraban las tiras de tela. Sunny podía oír los suspiros de alivio que salían de ellos.
Sin embargo, su atención se centró al instante en Nephis, que ya había abierto sus tranquilos ojos grises y miraba algo detrás de él.
Girándose, Sunny siguió su mirada… y se quedó helada.
A pocos metros de ellos, en la orilla del oscuro río, vio un esqueleto humano. Estaba sentado sobre las frías piedras, con la espalda recta, mirando hacia el agua.
A diferencia de los feroces muertos vivientes de las catacumbas de la Ciudad Oscura, éste era tranquilo y no había sido tocado por la corrupción de la Orilla Olvidada.
…Éste era el lugar donde había muerto el Primer Señor del Castillo Brillante.
El joven al que los miembros de la cohorte sólo conocían por su título había muerto a orillas del frío río subterráneo, a pocos metros del puente que había utilizado para escapar del terrible lugar del que, según Cassie, ningún ser vivo debería haber podido escapar.
De algún modo, había sobrevivido incluso sin saber que cualquiera que entrara en la niebla debía mantener los ojos cerrados en todo momento. Pero al final, las heridas que había recibido allí -o en algún lugar más adelante, tal vez- resultaron ser demasiado graves.
Antes de que los últimos vestigios de vida le abandonaran, el joven -el Primer Señor que había arrebatado el Castillo Brillante a las Criaturas de Pesadilla, creado un lugar seguro para que vivieran los humanos enviados a la Orilla Olvidada y dirigido una expedición para encontrar una salida de aquel lugar maldito- se sentó y miró en dirección al brumoso y oscuro laberinto.
…El lugar donde sus amigos y compañeros habían muerto, dejándole solo en la oscuridad de este submundo abandonado.
Mirando el esqueleto que estaba tranquilamente sentado en la orilla del río, Sunny no pudo evitar un profundo sentimiento de asombro… y tristeza.
Nunca había conocido a este joven, pero de alguna manera, sentía como si se conocieran muy bien.
Todo lo que los humanos tenían en la Orilla Olvidada era gracias a su valentía, poder y habilidad.
…Qué pena que hubiera muerto aquí, en este lugar solitario, sin nadie con quien compartir sus últimos momentos y contar la historia de sus últimas hazañas.
El esqueleto estaba extrañamente bien conservado. Estaba sentado con las piernas cruzadas, la espalda recta y las manos apoyadas en las caderas, como meditando. El cráneo del Primer Señor miraba al río con los oscuros chams de sus ojos vacíos, extrañamente tranquilo y en paz.
Lo que Sunny observó, sin embargo, no fue la blancura del hueso ni la eterna sonrisa del cráneo desnudo, sino una fina tira de metal ligero que descansaba sobre él como una humilde corona.
Había una única piedra preciosa brillante en la banda de metal, colocada justo encima del centro de la frente de la calavera.
Después de que los seis se reunieran en torno a los restos del Primer Señor y permanecieran allí un rato en silencio para expresar su respeto por este extraordinario ser humano, Nephis suspiró y se acercó al esqueleto.
Con cuidado, cogió la tira de metal y la retiró de la cabeza del Primer Señor.
…Un instante después, la banda se rompió de repente en incontables chispas de luz, que luego desaparecieron, absorbidas por su núcleo anímico.
Los ojos de Sunny se abrieron de par en par.
La corona del Primer Señor… era un Recuerdo.