Capítulo 183: ¿Qué te parece? Lo has descubierto rápido, ¿Verdad? (3)

El buen humor de todos se desplomó rápidamente. La declaración abierta de tomar a sus soldados no era algo con lo que nadie pudiera sentirse bien.

‘Este tío se está pasando de la raya.’

‘¿Quién en el mundo exige soldados a cambio de comida?’

‘¿Cuántos quiere? No, cualquiera que sea el número, nuestro señor nunca estaría de acuerdo con él.’

Si la fuerza militar era débil, sería difícil defenderse de las amenazas externas, por no hablar de mantener el control sobre la población descontenta de su estado. En muchos sentidos, el poder militar era la base del mantenimiento de una hacienda.

Pero era difícil negarse rotundamente aquí. Los que hablaban sin cuidado acababan de ser expulsados delante de sus propios ojos.

Mientras los representantes reunidos se encontraban entre la espada y la pared, Ghislain habló con suavidad.

“Oh, no estoy pidiendo mucho. El mínimo son cincuenta soldados. Para las pequeñas baronías, basta con enviar esa cantidad, y para los estados más grandes, enviar un poco más. Mantengamos las cosas dentro de una carga razonable. A cambio, proporcionaré comida para seis meses, adaptada a la escala de cada estado.”

Comparada con la demanda inicial de soldados, era una propuesta sorprendentemente razonable. Ante la mención de seis meses de comida, algunos de los enviados asintieron con la cabeza.

Para un pequeño feudo, cincuenta soldados no era un número trivial.

Pero no son tantos como para que sea totalmente imposible prescindir de ellos.

De hecho, proporcionar cincuenta soldados y recibir alimentos para seis meses podía considerarse un comercio rentable.

El juego de miradas y cálculos comenzó de nuevo.

Un representante de una pequeña baronía, que había terminado rápidamente su cálculo mental, levantó la mano inmediatamente.

“¡Proporcionaremos cincuenta soldados!”

“Me gustan las decisiones rápidas. Ya que hablaste primero, te daré ocho meses de comida.”

“¡Gracias!”

El ambiente cambió completamente a favor de Ghislain. Los enviados que habían perdido la primera oportunidad se apresuraron a gritar.

“¡Proporcionaremos cien soldados!”

“Es el feudo de un conde, ¿no? Para un territorio de ese tamaño, ¿sólo cien? Que sean doscientos.”

“Eh, bueno…”

“Si no estás dispuesto, olvídalo. Váyase.”

“¡No! ¡Lo haremos como dices!”

Una vez establecido el flujo, nada podía detenerlo.

Todos empezaron a competir para ofrecer soldados adecuados al tamaño de su hacienda.

En medio de este ambiente ferviente, había una persona que no se atrevía a hablar.

Ghislain se fijó en el hombre indeciso y le dirigió una mirada cómplice.

“Hola, ha pasado tiempo. ¿Están bien el Conde y la tía?”

“L-Lord Ghislain-no, Barón, ha pasado mucho tiempo.”

El hombre que le saludó nerviosamente no era otro que el Supervisor Jefe del feudo del Conde Rogues.

Esta era el feudo del que Kane, primo de Ghislain y antiguo rival en duelo, era el heredero. El Supervisor Jefe del feudo de los Rogues sudaba profusamente mientras balbuceaba sus palabras.

“¿Cuántos soldados debemos enviar?”

El estado del Conde Rogues estaba tan empobrecido como Ferdium, aunque no porque tuvieran que defenderse de los bárbaros del Norte o vigilar el Bosque de las Bestias, como Ferdium.

Simplemente eran pobres porque no tenían nada.

Su ejército permanente contaba con menos de mil efectivos, e incluso con reclutas, sus fuerzas apenas llegaban a los dos mil.

A pesar de tales circunstancias, Rogues había apoyado a Ferdium en su vida pasada, y ambos habían sido destruidos juntos. Ghislain no había olvidado su lealtad y amabilidad.

“Bueno, somos familia, así que no puedo ser demasiado duro. Le daré a Rogues un año de comida.”

“¡O-Oh!”

El Supervisor Jefe de Rogues sonrió complacido. Parecía que había una razón por la que la gente hablaba constantemente de la importancia de las conexiones.

Otros a su alrededor mostraban expresiones llenas de envidia.

Sin embargo, no podían quejarse. Estaba claro que la cuñada del Conde Ferdium era la Condesa de Rogues, lo que justificaba el gesto.

“Oh, pero sólo regalarlo se siente un poco incómodo, así que tomaré exactamente un soldado a cambio.”

El Supervisor Jefe de Rogues asintió alegremente. Recibir tanta comida a cambio de un solo soldado, ni siquiera un caballero, no era un problema.

No fue más que un gesto simbólico.

Al ver la reacción del Supervisor, Ghislain sonrió con malicia.

“Kane. Envía al heredero de Rogeus aquí. Ese tipo aún me debe dinero.”

“¿Te debe dinero?”

El Jefe de los Supervisores parecía perplejo, pues era la primera vez que lo oía.

“Sí. Me pidió prestados mil oros y no me los ha devuelto. Por eso la gente dice que nunca hay que prestar dinero a la familia. De verdad, es decepcionante.”

“¿Mil de oro?”

¡Mil oros! ¿Cómo podría alguien pedir prestada una cantidad tan enorme?

La mirada del Supervisor Jefe se tornó sospechosa.

Conocía bien la reputación de alborotador de Ghislain. Eran legendarias las historias sobre él vagando por el feudo con Kane, atormentando a la gente y haciendo travesuras.

Por lo tanto, era difícil creer si sus palabras eran ciertas.

“¿Es… Es eso realmente cierto?”

“Sí, parece que Kane no te lo mencionó.”

“Últimamente, el Joven Señor se ha dedicado tranquilamente a estudiar en el feudo.”

“¿Él, estudiando? Sabes lo ridículo que suena, ¿verdad?”

“…..”

El Supervisor Jefe bajó la cabeza, incapaz de refutar.

La verdad era que Kane no estaba estudiando de verdad, simplemente se había encerrado en su habitación y se negaba a salir.

Nadie sabía por qué, ya que no respondía cuando se le preguntaba. La mayoría suponía que había madurado un poco y lo dejaba estar.

Al fin y al cabo, a diferencia de antes, no causaba problemas ni molestaba a los demás y llevaba una vida tranquila.

En realidad, Kane no había madurado. Simplemente tenía demasiado miedo de salir.

No podía pedir a sus padres una suma tan grande de dinero, ni tenía medios para conseguirla. Así que se quedo escondido sin salir.

Estaba demasiado avergonzado para admitir la verdad y, más aún, permanecio callado para evitar que se extendieran los rumores.

Esa fue la razón por la que Kane se negó a pagar la deuda y aguantó. Creyó, con bastante ingenuidad, que quedándose encerrado en el feudo todo iría bien.

Sin embargo, no había razón para que Ghislain se acomodara a tal idea.

“Eso es algo que podemos verificar directamente. En cualquier caso, esa es mi condición. Si quieres provisiones para un año, envía a Kane.”

“¿Pero cómo podríamos enviar a Lord Kane…?”

Enviarlo a él, el heredero del feudo, a Fenris era prácticamente como tomarlo de rehén.

No era un asunto que el Supervisor Jefe pudiera aprobar a la ligera.

Mientras el hombre sudaba nerviosamente, Ghislain habló con suavidad.

“Ve a discutirlo con el Conde. Probablemente haya oído hablar de mis recientes logros, así que me dará su permiso. Kane entrenaría, estudiaría y aprendería junto a mí aquí. Es un gesto significativo para los herederos que liderarán sus territorios en el futuro unir fuerzas. Después de todo… Somos primos, ¿no?”

“¡Ah, sí! Si esa es la intención, el Conde sin duda lo aprobará.”

El Supervisor Jefe de Rogues asintió finalmente con la cabeza.

Las familias Ferdium y Rogues estaban unidas por la sangre, casi como aliados jurados.

Unir fuerzas con Ghislain sólo era ventajoso para Kane, desde luego no un perjuicio.

Ahora mismo, Ghislain, respaldado por el Marqués de Branford, era una estrella en ascenso entre la nobleza del Reino de Ritania.

“Lo comprendo. Hablaré con el Conde al respecto. Estoy seguro de que no será algo malo para Lord Kane.”

“Exacto, exacto. Es un acuerdo realmente beneficioso para todos los implicados.”

Por supuesto, los verdaderos pensamientos de Ghislain eran totalmente diferentes.

‘Una vez que está aquí, es carne muerta, ese bastardo.’

¿Atreverse a no pagar el dinero del Rey de los Mercenarios?

Tal cosa simplemente no podría existir bajo los cielos.

‘Ni siquiera un monarca de una nación se atrevió a intentar algo tan audaz en mi vida pasada.’

Tal vez la razón por la que se atrevía a actuar así ahora era que no había sido disciplinado adecuadamente en el momento de nuestro duelo.

Al oír la conversación entre Ghislain y el Supervisor Jefe de Rogues, los presentes se comprometieron a aportar tantos soldados como su autoridad les permitiera.

No podían permitirse retrasarlo y arriesgarse a que les exigieran enviar al heredero de su territorio. Eso sería catastrófico.

Una vez concluidas las negociaciones, Ghislain volvió a insistir.

“Sabes que no son sólo soldados, ¿verdad? Envía también a sus familias.”

Esta petición dejó desconcertados a los emisarios. Habían pensado que sólo necesitaban enviar soldados, pero ¿ahora les pedía también a sus familias? El resultado sería un desarraigo de la población del territorio mucho mayor de lo esperado.

Lo que había parecido un trato razonable se revelaba ahora como cualquier cosa menos eso. En tiempos normales, no habría mayor pérdida que ésta.

Las expresiones de quienes habían perdido inesperadamente una parte importante de la mano de obra de su territorio se agriaron.

Al ver sus reacciones, Ghislain chasqueó la lengua.

“Tsk tsk, algunas cosas nunca cambian.”

Para ellos, los habitantes del territorio eran poco más que esclavos. No, tal vez incluso mejor que esclavos: Podían cobrarles impuestos y no necesitaban alimentarlos.

Así pues, separar a las familias sin pensárselo dos veces no despertaba en ellas ninguna emoción.

En una época en la que esta mentalidad era la norma, no servía de mucho criticarla.

Sin embargo, a pesar de los tiempos, Ghislain no tenía intención de transigir.

Las familias que viven separadas sólo se convertirían en debilidades para los soldados. Una situación así les impediría rendir al máximo.

Ghislain estaba decidido a eliminar esos problemas desde el principio.

Los enviados, que dudaron al principio, aceptaron a regañadientes enviar también a las familias de los soldados. Al fin y al cabo, entregar a los soldados y a sus familias era la única forma de garantizar la supervivencia de los que quedaban atrás.

Por supuesto, a pesar de su acatamiento exterior, estaban hirviendo por dentro.

‘Maldita sea, espera. Una vez que superemos esta crisis, no lo dejaremos pasar.’

‘Ese mocoso, apoyándose en nobles pro-realistas, está desbocado.’

‘Deberíamos haber atacado este lugar en cuanto oímos los rumores y habernos apoderado de sus provisiones y piedras rúnicas.’

Lamentaron el retraso causado por su codicia y sus vacilaciones, el tiempo perdido en confirmar la situación en lugar de actuar.

Ahora, atacar ya no era una opción. Los nobles de alto rango de la facción pro-realista apoyaban a Ghislain, y las fuerzas combinadas prometidas por varios territorios ya habían alcanzado casi los 3.000 soldados.

Con un solo intercambio de provisiones, Ghislain había adquirido miles de soldados y sus familias.

Ghislain añade con firmeza:

“Llevará tiempo reubicar a los residentes, así que envía a los soldados lo antes posible. Si no llegan en dos semanás, el acuerdo se cancela.”

“E-Entendido.”

“Y envía tropas permanentes debidamente entrenadas. Si envías soldados de calidad inferior, los enviaré de vuelta.”

“Entendido.”

Los enviados, que habían pensado en llenar las filas con reclutas reclutados a toda prisa, abandonaron la idea. Si Ghislain les echaba la culpa y anulaba el acuerdo, todo su territorio se moriría de hambre.

Los enviados se prepararon rápidamente para regresar. Con el tiempo escaseando, no podían permitirse ni un momento de retraso.

Una vez concluidas todas las negociaciones, Ghislain se volvió hacia Claude con expresión satisfecha.

“¿Qué te parece? Lo resolví en un santiamén, ¿no? Fácil, ¿verdad? Y además ahora tenemos mucha más gente.”

“….”

Claude, que había presenciado todo el proceso, se quedó sin palabras.

Fue una notable muestra de habilidad negociadora. Conseguir personas, algo que a menudo el dinero no puede comprar, se había logrado en un instante.

Además, a diferencia de los emigrantes anteriores, estos soldados recién llegados, a pesar de algunas diferencias en su capacidad de combate, eran profesionales formados.

Las fuerzas combinadas del territorio superaban los 3.000 soldados. Fiel a su palabra, había reunido las tropas prometidas.

Lo pensara como lo pensara, conseguirlo sin prever la sequía habría sido totalmente imposible.

Al final, Claude no tuvo más remedio que reconocerlo. Ya fuera suerte o auténtica capacidad, este bastardo era realmente notable.

Así que esta vez, en lugar de responder, Claude levantó el pulgar.

“Haz lo que quieras.”

Con una sonrisa arrogante, Ghislain dio nuevas órdenes a Gillian.

“Entrena a los soldados recién llegados en ejercicios de instrucción para que puedan adaptarse rápidamente al mando. Mezclen las unidades indiscriminadamente, independientemente de su origen. Está claro que de todos modos sólo enviarán infantería.”

“Sí, señor.”

Se había suplido la falta de soldados. Aunque estaban a medio entrenar, también se habían creado cientos de caballeros.

Tanto la Facción Real como la Facción del Duque estaban demasiado ocupadas en sus propios asuntos como para prestar atención a este lugar.

No podía haber mejor oportunidad. Todo se había preparado constantemente para este momento.

Con una sonrisa fría, Ghislain habló.

“Ahora, comenzamos la guerra.”


Los soldados enviados desde diversos territorios llegaron rápidamente. Los señores, al verse bajo presión, soportaron su disgusto y se apresuraron a finalizar sus tratos.

Los soldados, desarraigados precipitadamente de sus hogares, parecían aturdidos. La confusión era natural, dado el repentino cambio de su situación vital.

Sin embargo, su desconcierto duró poco. En cuanto vieron la abundancia de provisiones, sus rostros se iluminaron.

“Vaya, no mentían sobre el suministro de alimentos.”

“¿Vamos a vivir aquí a partir de ahora? ¿Esto es un sueño o una realidad?”

Para los que habían pasado hambre debido a la disminución de las raciones, Fenris era un territorio de ensueño.

Habiendo vivido bajo crueles señores, donde el hambre y la pobreza eran sus únicos recuerdos, abandonaron rápidamente cualquier apego persistente a sus tierras natales.

Cuanto más comían, más apegados se sentían a su nuevo territorio. Sobre todo cuando supieron que sus familias pronto se reunirían con ellos.

Era imposible no sentirse bien con esta situación.

Los soldados satisfechos eran mucho más fáciles de manejar. Las tropas reubicadas se adaptaron a la disciplina militar en apenas una semaná.

Como ya estaban entrenados en lo básico, no era demasiado difícil. La única tarea era aclimatarlos al código militar de Fenris.

Como era de esperar, nada mejor que mantenerlos bien alimentados y descansados.

Sin embargo, su estado de ánimo cayó en picado a los pocos días. Ghislain había anunciado una campaña, convocando a todos los soldados.

“¿Guerra ya? ¿Contra quién estamos luchando?”

“Esto es una locura. Pero, espera… ¿No tenemos bastantes hombres?”

A diferencia de los nerviosos soldados, Ghislain parecía satisfecho mientras pasaba revista a las fuerzas reunidas.

La fuerza en marcha, incluidos los caballeros, ascendía a la impresionante cifra de 3.000 soldados. Aunque la mayoría era infantería, ningún otro territorio del norte, salvo los grandes señores, podía reunir tal número de soldados.

Incluso los soldados, al darse cuenta de que su número era mayor de lo esperado, parecían algo tranquilos.

Caminando junto a Ghislain mientras éste inspeccionaba el ejército, Claude preguntó con cautela: “Eh… todo esto parece estar bien, pero ¿Realmente vamos a atacar sin declarar la guerra?”

“Por supuesto. ¿Por qué darles tiempo para prepararse? Esta guerra depende de la velocidad y el tiempo. Tiene que terminar antes de que alguien más pueda interferir. Entregaremos la declaración una vez que estemos allí.”

“Urgh…”

No estaba mal. Pero lanzar un ataque sin la debida declaración de guerra provocaría una severa condena.

El mayor problema era que daría a sus enemigos una justificación para hacer lo mismo. Por eso se observaban incluso esas formalidades aparentemente inútiles.

Una declaración de guerra permitía maniobras políticas, peticiones de ayuda y tiempo para prepararse.

Pero a Ghislain realmente no le importaba. Pronto sería una era de barbarie en la que esas cortesías no importarían.

Claude miró a Ghislain con expresión de incomprensión y negó varias veces con la cabeza antes de volver a hablar.

“Por cierto… ¿De verdad te lo llevas con nosotros?”

A un lado del campamento, Kane Rogues, el heredero endeudado del Estado Rogues, estaba de pie con una expresión devastada, como si el mundo se hubiera acabado.