Capítulo 2

Clinc, cllinc.

Un androide de aspecto tosco me quita la prótesis rota y la repara. Tras sustituir algunas piezas deformadas, el color rojo de la pantalla de mantenimiento que indicaba un fallo se volvió verde.

-Voy a conectar el sistema nervioso, señor Luca.

«Entendido».

Con mi respuesta, el androide selló el enlace biomecánico.

Clac.

El dolor se extendió a través de mí. Sentí como si docenas de agujas se clavaran en mi muslo a la vez.

-Si hay algún problema…

«Ninguno, puedes irte»

Dije, doblando y estirando mi pierna antes destrozada. El androide se levantó y salió con paso rígido.

La habitación quedó en silencio. Cerré los ojos y medité, adormecí mis sentidos lo suficiente para que mi sistema nervioso sobrecargado descansara. Era algo que había aprendido en la Academia de la Guardia.

Me gustaba estar solo, e incluso esto me parecía un privilegio.

Recuerdo que pensaba: «En el orfanato, no tenía tiempo para mí, porque éramos una docena compartiendo habitación».

El orfanato parecía un recuerdo lejano.

En la Guardia, incluso los cadetes tienen su propia habitación. Era todo un lujo. Además, ser cadete en la Guardia es como ser oficial de élite, así que tienes un futuro prometedor por delante.

Es prácticamente el camino al éxito.

La Guardia Imperial es el servicio directo del Emperador. Es un honor codiciado por todos los ciudadanos del Imperio de Accrecia. Cuando se presentó la oportunidad, no la pude desaprovechar.

Yo estaba más ansioso que mis compañeros. A diferencia de ellos, que habían nacido en la nobleza, yo, que había nacido en la clase baja, no tenía otra opción que convertirme en cadete de la Guardia.

Perdido en mis pensamientos, fruncí ligeramente el ceño y abrí los ojos. Oí pasos en el pasillo al otro lado de la puerta.

Toc toc.

Incluso los golpes en la puerta eran educados. Tras una pausa, una voz habló.

«Soy Ilay Kartika. Luca, quiero hablar contigo».

Ilay Cartica, lo conozco bien. Es el cadete pistolero que luchó contra los prisioneros condenados a muerte antes que yo.

Tenía un presentimiento de por qué estaba aquí. De hecho, había estado pensando en él durante todo el entrenamiento.

«Adelante…».

Me levanté y le saludé. La puerta se abrió y él entró en mi habitación.

«Ilay Kartika».

Un chico de una familia prestigiosa. Su brillante cabello rubio y sus penetrantes ojos azules le daban un aspecto aristocrático. Aunque no dijera su nombre y su procedencia, la gente supondría que era un chico noble. Incluso su aburrido uniforme gris de cadete le quedaba bien.

«¿Puedo sentarme?»

Dijo Ilay, señalando la silla junto a la ventana. Hacía tiempo que se había puesto el sol, así que el exterior estaba oscuro y lúgubre.

«No me gusta dejar a mis invitados esperando, así que siéntate».

«He visto lo bien que te has enfrentado hoy al condenado a muerte, bastante impresionante».

Dijo Ilay, levantando ligeramente la barbilla. Sus pupilas ya habían sido sustituidas por prótesis cibernéticas, por lo que sus bordes brillaban débilmente algunas veces.

«Si busca un intercambio de palabras halagadoras y tratar de entablar una amistad, ha venido al lugar equivocado, joven maestro».

En mi mente racional, no había necesidad de ser agresivo, pero mi sistema nervioso estaba cansado y mi irritación era difícil de contener. Llevaba días sin dormir, estaba en un estado sensible.

Bueno, esa era solo una excusa, había una razón más profunda para mi actitud tajante, soy muy consciente de ello.

La causa son mis celos. A mí, que vengo de un orfanato de dos dígitos, no me gustaba el chico aristocrático, aunque tuviera mi edad. A diferencia de mí, que estaba limitado a tener extremidades prostéticas, el cuerpo de Ilay era una mezcolanza de órganos e implantes cibernéticos.

Ilay se encogió de hombros y sacó una pastilla de su bolsillo.

«Si tomas esto, reducirás temporalmente la sensibilidad de tu sistema nervioso. Descansarás con más eficacia».

Ilay se colocó primero la pastilla en la boca y se la tragó. Hablaba como si conociera y comprendiera mi estado, eso hizo que me disgustara aún más.

«No la necesito».

«Mañana estarás demasiado cansado para entrenar, sabes que no es sólo fuerza mental. Eres excepcional, después de todo».

Cerré los ojos y suspiré, Ilay tiene razón, conozco bien mi estado. Ahora mismo, me dejaba llevar por emociones ineficaces.

Estiré la mano y me tomé la pastilla. Era algún tipo de bloqueador sensorial.

Tragué saliva.

La tomé y me hizo efecto rápidamente. No era como las réplicas de mala calidad que se venden en los callejones. Aunque mis sentidos se iban adormeciendo, no era una sensación desagradable. Más bien, era algo tranquilizador, como la calma justo antes de quedarse dormido.

Mi insoportable irritación había disminuido hasta un nivel manejable. Sentí que hasta podría dar un cumplido que no quería decir.

«Tu trabajo fue bastante bueno, Ilay, solamente te copié».

Ilay era un experto que podía golpear una bala con otra. Si no lo hubiera visto de cerca, no se me habría ocurrido la idea de desviar balas con mi espada.

«Es aún más impresionante poder hacer algo que aprendiste en el momento. Yo tengo un ojo mecánico para el combate, como puedes ver, así que calcular la balística no me resulta difícil, pero tú lo hiciste sólo con tus sentidos».

Ilay se dio unos golpecitos en el ojo con sus dedos. Sus palabras no parecían fingidas, parecía sincero en sus elogios. De repente, me sentí mezquino.

¿Y a quién no le gusta un cumplido?, yo no era la excepción.

Intenté mantener la compostura.

«Entonces, ¿qué te trae por aquí?»

«He oído que eres un irregular proveniente de un orfanato, y me gustaría conocer tu historia, porque nunca he estado en los sectores inferiores».

Podría ser algo que fácilmente podría ofender. Pero su tono era cuidadoso y educado, como si sintiera curiosidad por la vida de la gente de clase baja. Más que nada, era pura curiosidad.

«No hay mucho que decir, las calles están sucias, la gente es más que dura, es cruel. Hay vagabundos arrastrando sus extremidades rotas por las calles, drogados y desmayados en los callejones. Los niños hambrientos, sabiendo que es peligroso, se escapan del orfanato por la noche para comer en los basureros…»

«Un momento, el orfanato recibe suministros equivalentes al número de personas».

Me reí ante el comentario de Ilay.

«¿Crees que… todo eso llega hasta nosotros?»

«El orfanato es donde se cría el talento para el Imperio, decir que no se puede tolerar tal malversación de fondos… ¿suena como si no supiera nada del mundo?»

Ilay sonrió amargamente. No me atreví a negarlo.

«Malversación o lo que sea, ya no me importa, porque voy a ser guardia».

Mi mente racional hizo a un lado mis emociones negativas. Si lo pienso bien, no tengo motivos para estar celoso de un noble.

Ahora mismo, Ilay y yo somos iguales. Algún día, combatiríamos juntos, solo un tonto mantendría una mala relación con un colega.

«Si tienes una pregunta, hazla. Si sé la respuesta, te la diré».

Mi tono era relajado, Ilay sonrió levemente y luego apoyó su mentón sobre su mano.

«Entonces, ¿has estado alguna vez fuera del Imperio?»

Entrecerré los ojos. Su pregunta era extraña, era difícil descifrar sus intenciones.

«Nací y crecí en la capital, Akbaran».

Respondí con calma, Ilay se levantó, aún sonriente.

«Yo también».

Con esas palabras, Ilay salió de mi habitación.


El comandante de la Guardia Imperial solía hacer apariciones en el lugar de entrenamiento y educación de los cadetes, normalmente cuando los ejercicios eran peligrosos o importantes.

Hoy, eran peligrosos e importantes.

Clac.

Sentí un toque frío en mis muñecas. Mis extremidades estaban atadas, lo único que podía hacer era mover los dedos de manos y pies.

Giré la cabeza y vi a otros cadetes es mi mismo estado. Sus caras estaban tensas y nerviosas, mi expresión seguramente no era diferente.

«Entrenamiento de tolerancia al dolor».

Es notoriamente uno de los ejercicios más horribles del plan de estudios. Es prácticamente tolerancia a la tortura.

Miré a la gente detrás del vidrio. Los instructores, un grupo de guardias retirados, permanecían indiferentes. Detrás de ellos venían científicos y técnicos.

Y el comandante, cruzado de brazos, nos observaba. Se centró en mí un momento, luego desvió la mirada hacia otro cadete.

Clic clac.

De los electrodos que tenía en la cabeza y las extremidades brotaron chispas de electricidad. Todo mi cuerpo se tensó involuntariamente.

«Es una señal falsa. No es real».

Me repetía eso una y otra vez, pero la sensación que sentía mi cerebro no era diferente de la real.

¡Puf!

Un sonido desgarrador salió de los altavoces del techo. Nadie me había apuñalado realmente.

«Herida abdominal penetrante».

Me miré el estómago, los músculos de mi abdomen se retorcían. Mi piel estaba roja y magullada sin que nadie siquiera la tocara.

¡Bang!

El sonido realista del disparo perturbó mi cerebro. Mi hombro me palpitaba como si me hubieran disparado.

¡Bang!

El disparo pasó rozando mi brazo. Mi cerebro estaba confundido por la brecha entre la realidad y las señales. Era como una broma, pero era real, de verdad, dolía.

«No te dejes engañar por tu cerebro, engaña a tu cerebro».

El comandante habló en voz baja, ninguno de los cadetes le prestó atención. Todos apenas soportaban el dolor que llegaba continuamente, frunciendo el ceño. Algunos ni siquiera lograron controlar sus reflejos y perdieron el control de sus cuerpos.

«No te dejes engañar por tu cerebro, engaña a tu cerebro».

Me obligué a repetir esas palabras con esfuerzo.

¡Ay!

Esta vez era una quemadura. La habitación se calentaba y oía el ruido de las llamas. Me temblaban las manos y los pies, y sentía que se me abrían todos los poros del cuerpo.

Es un simulacro y siento que voy a morir. Me retorcí y giré, intentando liberarme de mis ataduras. No fue algo agradable de ver.

«¡Sal, sálvame! ¡Por favor, por favor, ah, aaah!»

Por suerte, no era mi voz, era el cadete que estaba a mi lado lamentándose. Todavía no me había orinado encima y los quejidos que salían de mi garganta eran aún soportales. En comparación, lo estaba aguantando bastante bien.

«Recuerden por qué están sufriendo esto».

La voz del comandante de la Guardia Imperial parecía vagamente distante.

La razón por la que soportábamos este dolor. La razón por la que nos sometíamos a este entrenamiento brutal. ¿Ascender? Sí, en parte. Pero…

«¡Por el Imperio y el Emperador!»

Gritó alguien, con la voz desesperada.

«Sí…»

Soy muy consciente de ello. Defensor de la humanidad, Padre Fundador, Emperador del Imperio…

«Por el Emperador…»

Murmuró el cadete que estaba a mi lado. Yo también entreabrí los labios. ¿Disminuiría el dolor si dijera eso?

«Pero…»

Pero, ¿qué?

Bzzzzzzzzzz.

La siguiente fase comenzaba. Mi respiración se agitó, era difícil respirar. El sonido del agua salpicando se hizo más fuerte, el sonido del agua chapoteando parecía hacerse más fuerte, pero mis oídos estaban completamente tapados y era difícil oírlo.

Ahogamiento…

Me ahogo.

Es increíble cómo se siente tan real cuando es sólo una señal falsa. Malditos científicos, con todas sus mentes brillantes, construyeron esta mierda de dispositivo.

«No dejes que tu cerebro te engañe…»

Mi boca está llena de sangre. Seguro me he mordido los labios y las mejillas.

«…Engaña a tu cerebro».

¿Qué mierda significa eso?

Traté de abrir la boca para gritar, pero no tenía aire en los pulmones. Sentía como si mis pulmones se hubieran encogido.

Respira. No es real. Es falso. No es real.

Quería destrozarme la cabeza a golpes, machacar ese estúpido pedazo de materia gris que ni siquiera podía distinguir lo real de lo falso. Maldito idiota.

¿Cuándo demonios va a terminar esta maldita tortura? ¿Esto es entrenamiento? ¿Estás bromeando?

¡Bzzzzz!

Oí que la potencia de la señal eléctrica disminuía. El dolor que había estado recorriendo mi cuerpo estaba disipándose.

«Aah… aah…»

Jadeé en busca de aire, no tenía fuerzas para abrir los ojos, y mucho menos para levantar la cabeza. Incluso cuando la señal se desvaneció, las secuelas del dolor que desgarraba mi sistema nervioso y mi cerebro permanecieron.

Pasos, pasos.

Los pasos se detuvieron frente a mí. Abrí los ojos débilmente.

«Luca, ¿fue soportable?»

Era la voz del comandante de la Guardia Imperial. Se paró frente a mí, quise maldecir, pero me contuve con lo que me quedaba de paciencia.

«Bueno… es soportable, porque es falso…»

«Sí, es falso».

El comandante acercó una de sus manos hacia mí, lo miré confundido.

¿Qué… demonios va a…?

El comandante sonreía fríamente, sus dedos se acercaban a mi ojo derecho.

«Pero esta vez, esto es real».

Cuando terminó de hablar, la mitad de mi mundo desapareció.

¡Puf!

El comandante me sacó el ojo derecho. No era artificial, era un ojo real con un nervio óptico.

¡Plas!

El comandante aplastó mi ojo entre sus dedos índice y pulgar hasta que lo reventó.

Miedo, desconcierto y confusión. Los colores de mis emociones cambiaron rápidamente dentro de mí.

El dolor es trivial. Es sólo el vacío de la pérdida física, es un dolor tolerable, nada comparado con el entrenamiento de tolerancia al dolor.

Mi mente se enfrió, como si todo se hubiera vuelto más claro.

Maldita sea, el entrenamiento estaba funcionando. No podía negarlo, incluso si un ojo, no perdí la compostura. Al final, ese ojo sería extraído de todos modos, mi cuerpo terminaría siendo reemplazado por un cuerpo artificial completo.

«Si es posible, mejor reemplácelo por uno con un predictor balístico».

Los ojos del comandante se abrieron de par en par y sonrió, aparentemente satisfecho con mi respuesta.

Lágrimas de sangre corrían por la cuenca vacía de mi ojo derecho. Levanté la cabeza y miré a mi alrededor con la visión a medias.

Comprendí por qué el comandante había venido ante mí, todos estaban inconscientes menos yo.

Mierda.